La vida en pareja y la vida familiar puede permitirnos experimentar las mayores alegrías pero también, los más intensos sufrimientos.
Cada familia puede permitir la subjetivación de seres generosos, amables, con curiosidad y capacidad para pensar, q los convierte en humanos creativos, pero también puede permitir la configuración de sujetos hostiles, cargados de odio, radicalidad y cinismo. Estas configuraciones también las podemos encontrar en diversos funcionamientos sociales.
Las familias, los lazos intergeneracionales, los contextos culturales de los que provenimos en la generación que habitamos o la que habitaron nuestros padres, nuestros abuelos incluso generaciones anteriores, definen nuestros mecanismos defensivos y nuestro modo de habitar los vínculos y el mundo que nos toca vivir.
Trabajar desde el psicoanálisis con vínculos requiere no sólo ser psicoanalistas formados en las conceptualizaciones clásicas del psicoanálisis individual, sino ampliar y extender las formulaciones técnico-teóricas con las que ya contamos y formular nuevas conceptualizaciones que nos permitan abordar configuraciones multipersonales.
El rico campo del psicoanálisis de familias, parejas, así como de otro tipo de configuraciones vinculares nos permite abordar un amplio campo clínico fundamental para la salud mental de las familias y el psicoanálisis con niños y adolescentes. La configuración de nuevos psiquismos requiere en el mejor de los casos, la configuración de parejas a partir de un vínculo de alianza entre los miembros de la pareja parental.
La subjetividad y los vínculos no sólo se ligan a las historias individuales, sino también al contexto cultural que habitamos y nos atraviesa, a las historias pasadas, transmitidas desde generaciones anteriores a generaciones actuales que se recrean en cada una de las mentes que configuran esos vínculos. Las tragedias en generaciones anteriores pueden generar efectos no representables y esto también se transmite generando patología que no es sencillo trabajar en los análisis individuales y requieren del trabajo con vínculos adyacentes donde hacerlas representables.
Es necesario que el psicoanálisis del siglo XXI pueda dar cuenta de aquello que acontece en las configuraciones familiares contemporáneas, con familias diferentes al menos en su modo de presentación y la constitución de los nuevos psiquismos que en ellas han de configurarse: parejas y familias homo y mono parentales, nuevos planteamientos en torno al género, formas diversas de concebir hijos, novedades en como ejercer la parentalidad sólo por mencionar algunos de los tantos temas que la contemporaneidad requiere de nuestra investigación e intervención psicoterapéutica.
No dejaría de mencionar las marcas que sobre familias, parejas e hijos promueve la pandemia con sus novedades e incertidumbres. Un campo apasionante para aquellos que nos sucederán como terapeutas en esta y generaciones venideras.