En estos momentos estamos trabajando y tejiendo una red humana propiciada desde una sintonía empática entre psicoanalistas, una “red natural” como el vinculo mismo para vencer el aislamiento forzado, cuestión primordial para sostenernos con un pensamiento fructífero y complejo. De este modo, con esta complejidad epistemológica nos sumergimos en lo profundo de la clínica infantojuvenil contemporánea.
Este pequeño recorrido que voy a tratar de trasmitir de forma parcializada en este artículo nos convoca a pensar: ¿Cómo es el compromiso del psicoanálisis y del psicoanalista con la clínica infantojuvenil? ¿Cual es el compromiso social de las instituciones? ¿Ocupa un lugar similar como la clínica de adultos? ¿Cuáles son sus componentes? ¿Qué estatus tiene? ¿Se trabaja sobre las interdependencias recíprocas entre las instituciones y las familias, entre las familias y los adolescentes? O todavía ¿Hay ciertas resistencias teóricas y técnicas excluyentes desde una lectura lineal? ¿Cuál es el nuevo lugar del psicoanalista con niños y adolescentes en riesgo vital? En definitiva, ¿Cuál son las necesidades de la clínica infantojuvenil y sus familias en tiempos tumultuosos y cuáles son las respuestas institucionales sensibles?
A preguntas como éstas y muchas otras, podemos responder desde la competición, o la colaboración, solidaridad y/o la exclusión o bien explorar las redes que, desde los comienzos de los tiempos, han ido tejiendo los seres humanos para la interacción y el intercambio,
Como se aprecia en la clínica algunos pacientes con riesgo de vida, demandan atención para trabajar la subjetividad del yo, la reconstrucción y construcción de su identidad, su yo corporal y a la vez compartir afectos que han quedado atrapados en el cuerpo, disociados de si mismo y del entorno. Pensamos en ellos y en sus familias que consultan con cierta vulnerabilidad, sentimientos de desamparo e indefensión con una cuota intensa de invisibilidad. Esta invisibilidad pandémica de lo humano hace eclosión manifestándose con la falta de asistencia, la negación existencial del otro en repetición continua desde diferentes posicionamientos institucionales. Estos pacientes que sufren en silencio los podemos pensar como “adolescentes en contextos de riesgo vital”.
Por otro lado, en esta pandemia para garantizar el confinamiento y la distancia personal, para un no contagio (que hay que diferenciarlo del distanciamiento
social) se trasladó el “Quédate en casa”, como un mantra riguroso sin la lectura de las pequeñas diferencias individuales, en la homogenización del ser humano sin pensar sobre las necesidades infantojuveniles, pues los adolescentes estuvieron la mayor parte de ellos excluidos de sus demandas, y de los grupos de riesgo de esta enfermedad. Los adolescentes sufrieron la mayor parte de ellos el ocultamiento de sus necesidades vitales, de sus singularidades en parte, en tierra de nadie.
Por supuesto ésta es una prueba, para comenzar a pensar desde otra mirada a los adolescentes en riesgo pues el COVID19 lo inunda todo. Aparece esta inundación en lo manifiesto como un foco visible, aunque en lo latente, se deslizan silenciosamente los síntomas de los pacientes sin voz y sin pregunta, sin escucha en su propio extravío del malestar afectivo indiferente, pues queda ocultado.
Por lo tanto, nos preguntamos por esas manifestaciones clínicas impuestas por la complejidad de su objeto, por el propio paradigma del cual emerge: el adolescente y su familia, el cuerpo y el psiquismo en transformación y la violencia silente enmarcados en lo transubjetivo desde lo político, social-educacional.
Estas palabras breves quieren dar cuenta de ese malestar y como el trabajo investido en red del psicoanalista presente en la interconsulta psicoanalítica puede favorecer la apertura a historiar, reubicar al adolescente en un lugar nuevo creando compromisos relacionales con profesionales en otras áreas sean educativas y/o sanitarias o sociales. Sean estas redes amplias o pequeñas, intensas o frágiles, estas redes han proporcionado el medio para que, dentro de las distintas culturas, sociedades e instituciones, y a través de ellas, circularan las ideas, el conocimiento escalonado, y la atención pertinente entre diferentes profesionales con la interconsulta psicoanalítica. La presencia del psicoanalista en las instituciones, en lo social es un abordaje necesario, ineludible. Es un trabajo adecuado para complementar el tratamiento individual del adolescente en riesgo y el trabajo con padres.
Espero que el cambio progresivo que nos abarca a todos pueda involucrar a las frágiles redes locales, donde el conocimiento aparece sesgado, y/o fragmentado en una especialización específica, que no da cuenta de la existencia de una disciplina integral o transdiciplinaria, aunque el ser humano esté atravesado por esa denegada pluralidad.
En estos tiempos es necesario permitir el nacimiento de las redes naturales, lo humano de nuestro quehacer, los diferentes deseos de situar virtualmente al mundo entero con una corriente de cooperación y solidaridad. Sumemos a la cooperación, las pulsiones de vida, nuestros vínculos para aceptarlos con sus diferencias en todas sus dimensiones.
Nuestros pacientes en “Contextos de riesgo vital” son los protagonistas para el cambio, y no pueden esperar.
Prof. Patricia Morandini
*Extracto-introducción del capítulo: Los adolescentes en “contextos de riesgo vital” en tiempos de Pandemia. Las interdependencias recíprocas en la red de atención clínica ampliada: Caso Miriam. Libro; “LAS REDES HUMANAS LO HUMANO DE LAS REDES, Trabajando en Cuarentena y en la Post- Cuarentena”. De Hilda Catz y colaboradores. Septiembre 2020. Ediciones Ricardo Vergara.