HIPERACTIVIDAD: DESMONTANDO EL TDAH

Sobrevolando el tema 


¿Qué es la hiperactividad?  ¿Un cuadro clínico, un síntoma, una nueva patología? Quizás todo lo dicho decribe lo hiperactivo, aunque bajo este término y según qué profesional lo contemple, hay muchos aspectos.

Aceptar un diagnóstico como este, es en parte, adherirse a la moda de una nueva patología, pero si echamos un vistazo a la historia de la medicina y de la psicología, este trastorno ha existido siempre. Compartimos una cultura donde la velocidad es omnipresente.

Las tipologías que describen conductas consideradas dentro de un cuadro de Trastorno por Déficit de Atención (con o sin hiperactividad) van desde los tics nerviosos, los excesos de movimientos, las dificultades de atención y concentración, la deficiencia en la coordinación de movimientos, hasta la percepción del esquema corporal, de la lateralidad, de la actividad gráfica y la disposición espacial de los números.

Cabría añadir que desde la década de 1950 se van sumando observaciones a estos cuadros clínicos que incluyen la irritabilidad, el insomnio, el ser distraído, disturbios afectivos, o los estados depresivos.En todos estos cuadros se destaca la función biológica como responsable de la falla.

Nos encontramos ante una suma de síntomas que se quieren englobar en un cuadro clínico preciso como es el TDH/TDAH pero lo que observamos clínicamente no es tan sencillo. Podría extrañar que se diga que la hiperactividad es prima hermana de la actividad y que precede a esa característica exclusiva de la raza humana que es la reflexión.

El movimiento, la actividad y la rapidez son funciones adaptativas y esenciales del reino animal. Si se pretende sobrevivir al estímulo que denota peligro, le debe suceder una respuesta con escaso margen de demora. Pero el ser humano, no puede esquivar la función del pensamiento, que nos dota de caracteres distintivos que nos diferencian en el reino animal y nos liberan del sometimiento a actos reflejos que son productos exclusivos de percepciones y sensaciones.

Un oso polar se construye una madriguera para resguardarse del frío. Está en alta actividad hasta que termina y lo hace siempre en la misma época del año y de la misma forma. Esta acción es exclusivamente instintiva, nunca producto de una reflexión.

La hiperactividad adscribe a una actitud-conducta-patología más propia de las etapas infantiles.

En un principio, el pensamiento no se inicia hasta que vamos alcanzando etapas madurativas que permiten el desarrollo de la reflexión.

En las primeras etapas del desarrollo, existe una inmadurez cerebral que no permite aún que existan pensamientos y que propicia que la descarga de lo emocional e impulsivo, prime sobre lo reflexivo. Es decir, hay una incapacidad para soportar la demora necesaria, que supondría un trabajo psíquico que el niño pequeño aún no tiene a su disposición y que deberá construir.

A esta incapacidad momentánea y temprana en el desarrollo, hay que sumarle los impulsos externos y novedosos que sorprenden a cualquier niño. Son todos ellos estímulos para los que a veces los padres no tenemos comprensión. Es decir, a veces como padres, no sabemos cómo proceder…, o no tenemos la capacidad momentánea de calmar a nuestros hijos.

Ambos elementos, la incapacidad de los niños y la incapacidad de los padres de combinan y refuerzan mutuamente y de estas insuficiencias de ambos, es posible que surjan disfunciones en algunas adquisiciones adultas o hiperactividades que habrá que tratar en un futuro.

Una frecuente actitud como padres es facilitar un exceso de cuidados y atenciones que provoquen a su vez, una excesiva intolerancia a la frustración a la que se responda con un bloqueo angustioso frente a las demandas del hijo. En ambos casos, se pone en riesgo el desarrollo normal del pensamiento que permite la tolerancia a la frustración y que será la pieza clave, para desarrollar la función de pensar que va asociada al crecimiento.

El pensamiento es demora, análisis, selección de alternativas, poder mirar y reflexionar mientras la acción se suspende, respetar los tiempos de latencia. Esta función la adquirimos solamente bajo el influjo de la frustración. Quizás porque las verdaderas entrañas de la hiperactividad se encuentran no en la acción en si misma, sino, en que ésta irrumpa sin gobierno, debido a la falta de representación mental que supone el pensamiento.

El niño es sujeto por identificar e identifica, es sujeto y objeto a la vez, es la prioridad para sus padres y sus padres una prioridad para él. Los aprendizajes se realizan tomando de los otros, aprendiendo de lo que hacen otros y de las experiencias y resultados de frustraciones anteriores.

Cuestionar el diagnóstico TDH/TDAH, no es poner en tela de juicio la realidad de que muchos niños tienen dificultades en el aprendizaje.

Tener esta dificultad es un síntoma añadido a sus problemas. Lo cierto es que el fracaso en el aprendizaje es el síntoma por excelencia. Un niño es un proyecto de lo que será una persona y un psiquismo en desarrollo. Crecer es estar en crisis permanente. Es afrontar cambios, estar en incertidumbre, pasar miedo, tener alternativas, es elegir, es enfrentarse a lo nuevo, es abandonar cosas, bregar con dificultades, hacerse preguntas y no siempre encontrar las respuestas, aprendiendo a darse tiempo para encontrarlas. Para todas estas operaciones, necesitamos espacio y tiempo.

La impulsividad en un niño de los que llamamos hiperactivos es un imperativo, es decir, obedece a una necesidad que él vive como imperiosa. Es la acción sin propósito. En el mundo que hoy toca vivir, parece que no tenemos la suficiente comprensión para entender acciones sin una recompensa inmediata. No estamos dispuestos a permitirnos el dolor o la frustración y en muchas ocasiones no se la permitimos a nuestros hijos.

Todo funciona bajo la demanda de obtener rendimientos y utilidad. Esto puede ser muy válido para nosotros los adultos, pero en el mundo infantil las cosas son de otra manera. Nos referimos con frecuencia a la hiperactividad como exceso de movimiento desorganizado, caótico, tensional, considerándolo la señal de un conflicto, del que apenas sabemos nada. 

¿A que atienden los niños desatentos?


Podríamos describir la atención, como una tensión interior. Esta tensión aparece o está dirigida hacia un objeto o un objetivo externo.La atención es un proceso, es seleccionar un acontecimiento y mantenerlo en la conciencia. Es una operación que permite que se privilegie un acontecimiento sobre otro, que se elija en función de intereses internos y externos o de una combinación de ambos.

Lo epigenético, lo que surge de la experiencia, solo puede separarse de lo genético de un modo artificial.

El medio es fundamental como factor que potencia o diluye la hiperactividad. Es demasiado ingenuo pensar que un determinado código genético tiene una traducción literal en un tipo de comportamiento. Además, es importante tener presente que lo genético se arraiga en lo anterior, es decir, la existencia de un niño, es precedida por la de los abuelos, los padres…, generando el medio ambiente familiar.

Todos estos movimientos, construyen ya desde edad muy temprana el preludio de las vías del pensamiento. Los padres no estamos preparados a veces para ciertas cosas… como se suele decir, un niño, no viene con instrucciones… hay que construirlas. Las construimos conjuntamente con el en función de lo que sabemos o vamos sabiendo hacer. 

Recapitulando


La tan traída y llevada hiperactividad exige un especial rigor diagnóstico en cada caso y estrategias de tratamiento combinadas y singulares que a veces rebasan el campo de una sola disciplina.Hemos visto que ciertos aspectos de la hiperactividad constituyen un rasgo humano de nuestro tiempo. La sobreestimulación está a la orden del día, en función de la celeridad de las cosas, de los acontecimientos y de la información.

En muchas ocasiones las etapas del desarrollo no se cumplen de manera adecuada y pautada para permitir el crecimiento adecuado.La noción de hiperactividad, como muchas otras que han hecho fortuna en otros tiempos, corre el riesgo de no decir nada, de resultar inservible. Va desde la mera calificación o el registro de una inmadurez pasando por el evidente riesgo de ser un menosprecio.

Debemos pensar en una hiperactividad más anclada en lo epigenético que en lo genético. 

Es un resultado de múltiples factores y de detalles del crecimiento.El trabajo de las psicoterapias abre espacios a considerar todos estos factores mencionados como codeterminantes.

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