LA PANDEMIA

 Situacion de desvalimiento. 

Todos nos descompensamos según nuestras experiencias más remotas, aquellas que formaron parte de nuestra infancia y que luego marcan toda nuestra vida. Se puede observar como la fortaleza o debilidad que se adquiere ahí se manifiesta en las situaciones que nos enfrentan a cambios experimentados como duelos, obligados a dejar atrás, ambientes que nos han dado satisfacciones y penas, que nos han conformado y que nos remiten a la muerte que es el final de todo, la ausencia y el vacío.

¿Qué nos hace tolerar mejor las ausencias? ¿qué nos hace sentirlas como una pequeña muerte, como el camino hacia el fin? No hay ninguna infancia perfecta: sufrimos traumas, abandonos, precariedad económica, las frustraciones y los duelos de nuestros padres, los conflictos con nuestros hermanos y compañeros…por encima de todo está la relación con nuestra madre, sentida como pilar y sustento de nuestra autoestima en esa época. Y con el padre, que nos trasmite sus valores y su fuerza. También es importante como sentimos la pareja de ambos, en la que los hijos encajan en un deseo conjunto o en un deseo excluyente de uno sobre otro.

En esta situación en la que las autoridades ejercieron como padres proclamando a los cuatro vientos que velaban por nuestra protección y supervivencia, vivimos mensajes contradictorios; la experiencia de una mortalidad que evidenciaba la imposibilidad de ese cuidado anunciado. Cualquiera que haya vivido en su infancia esa falta de cuidados y esos mensajes contradictorios por parte de los padres, sufrirá más la ausencia de ellos y reclamará más atención por parte del Estado. 

Los celos entre hermanos se manifestarán en la lucha por obtener beneficios según donde hayas nacido, y la instauración de fronteras para no dejar entrar a nadie que pueda quitarnos lo poco a lo que tenemos acceso. 

Las peleas entre las diferentes autoridades las vivimos como una relación entre los padres que dejan fuera a los hijos de sus propias necesidades afectivas, utilizándolos para satisfacer las propias, ya sea de su propia autoestima como de su propia supervivencia en detrimento de la de los hijos.  

En conclusión, nos hemos sentido utilizados por los dirigentes en sus juegos por el poder y nada protegidos ni valorados, excluidos de su deseo, más en la pelea entre ellos que en la atención de las necesidades de sus gobernados.  Así, las regresiones a estados de vivencia de indefensión marcada, ha sido la norma en los trastornos mentales. Una intensa angustia de desprotección que remite al abandono y la muerte por falta de cuidados.

Carmen Julve

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