Diversos estudios epidemiologicos como el publicado en The Lancet, han constatado que 49,9 % de la población dice haber tenido problemas de sueño y un 38,7 % confiesa haber perdido gran parte de su energía.
Asimismo, los casos de depresión mayor han aumentado en el mundo un 26% y y la depresion, la ansiedad y el estrés postraumatico fueron, cinco, tres y cuatro veces más frecuentes respectivamente que lo que reporta la OMS.
Por otra parte, se constata el agotamiento de los profesionales de la salud mental debido a la elevada demanda que han tenido.
Otro de los efectos epidemiologicos de la pandemia ha sido el incremento al doble de ansioliticos y antidepresivos.
La enfermedad mental aunque llega a todos, no lo hace por igual, pues incide más en la población de mujeres y jóvenes. Parece ser que el sufrimiento psíquico aumenta en la población con menos recursos. No incide de manera igualitaria a las familias que viven en espacios pequeños o incluso hacinadas que las que cuentan con amplios espacios, jardines o grandes patios donde han podido pueden expansionarse los niños.
Sin embargo, aún no existe mucha conciencia de la necesidad de aumentar los recursos en salud mental y parece ser necesaria la constatación de las secuelas psíquicas producidas por estas catástrofes para que las autoridades piensen en la necesidad e invertir en ello.
Sin la salud mental que favorece el mantenimiento de la convivencia y viceversa, la estructura social se hace mucho más invisible fragilizandose los logros alcanzados en la historia de la humanidad debilitándose el respeto, la tolerancia, la solidaridad y los derechos humanos.